Escribo estas líneas con el dolor de haber perdido a un ser muy querido y muy cercano. Solo tuve el privilegio de conocer al abogado Mario Mora Artavia hace poco más de un año, cuando asumí el cargo como representante del ministro de Turismo en la directiva del Consejo Técnico de Aviación Civil. Él había sido nombrado como representante de la Unión de Cámaras de la Empresa Privada (UCCAEP) meses antes.
Desde las primeras sesiones, me sorprendió gratamente su experiencia en los temas aeronáuticos, a pesar de su juventud, y por ser esta materia un área del conocimiento jurídico administrativo en la que hay muy pocos especialistas en el país. Él no solo dominaba los aspectos históricos tradicionales, sino que manifestaba estar actualizado con las tendencias más modernas de otros países que nos aventajaban.
Preparación y aporte. Luego supe que, además de haber sido uno de los primeros abogados graduados en la Universidad Autónoma de Centroamérica (UACA), había obtenido un posgrado en Derecho Internacional del Transporte de la prestigiosa Universidad Externado de Bogotá, además de haber participado en más de 25 cursos y seminarios de especialización en transporte aéreo internacional y derecho aeronáutico en los organismos internacionales más calificados como IATA, OACI, Naciones Unidas, CLAC y Alada.
Fruto de estos conocimientos y relaciones académicas y profesionales con catedráticos y colegas de otros países, era su constante aporte intelectual a las discusiones del CETAC, con análisis y puntos de vista que abrían nuevas perspectivas que nos ayudaban a sobrellevar el enorme peso de estar trabajando con las terribles limitaciones de las estructuras rígidas, anquilosadas y burocráticas que caracterizan a la administración pública de nuestro país. Precisamente, uno de los proyectos en los que más interés y apoyo brindó fue el de la nueva Ley General de Aviación Civil que, esperamos sea una realidad en el próximo período legislativo.
Valores humanos. Pero, por sobre sus méritos académicos y profesionales, lo que más apreciamos fueron sus valores humanos: su entrega, lealtad y transparencia absoluta a la hora de tratar los complejos y agobiantes problemas que el CETAC ha tenido que enfrentar, como herencia de un cúmulo de errores de los años anteriores.
Su forma siempre caballerosa, respetuosa y amigable de abordar los temas, por espinosos que estos pudieran ser, nos reflejaban a una persona de aquellas que naturalmente todos reconocemos como espíritus superiores.
El espacio que deja no podrá ser llenado, pero en su recuerdo y honor corresponde que redoblemos esfuerzos para sacar adelante la modernización de todo nuestro sistema de transporte aéreo nacional e internacional… Es lo menos que podemos hacer.
Carlos Lizama Hernández, Presidente de ACOPROT.
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