Este 5 de julio de 2019, cumpliré 77 años de edad, de los cuales 45 los he vivido en Costa Rica. Me siento muy contento por la familia que formamos junto con mi esposa, Marie Jeanne, y soy afortunado de poder disfrutar de ser abuelo de cinco nietos. Igualmente, y al cumplir años, me vienen a la memoria tantos importantes recuerdos y anécdotas de experiencias de vida tanto familiares como de trabajo y sociales. Hubo muchas razones para que llegáramos a Costa Rica, en marzo del año 1974, pero en estas líneas quisiera destacar una de las razones por las que nos quedamos: El afecto de los ticos.
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“Volver / con la frente marchita / las nieves del tiempo / platearon mi sien”, cantó Carlos Gardel en uno de los tangos más hermosos de su repertorio. Justamente, hoy, como en la canción, siento que 40 años no es nada pues este pasado marzo cumplí 40 años desde que con mi esposa llegamos a Costa Rica. Veníamos como exiliados por el Golpe Militar ocurrido en Chile un año antes, con el corazón y la mente lleno de sentimientos encontrados. Por una parte, temores derivados del trauma político sufrido y, por otra, con inquietudes por enfrentarnos a una nueva vida en un país del que conocíamos muy poco. Antes de salir de nuestra Patria, habíamos valorado la posibilidad de irnos a España, donde me ofrecían un trabajo en el Instituto Español de Estudios Turísticos, pero al final prevaleció la opción de Costa Rica.