Todos hemos vivido la experiencia de buscar afanosamente un libro que necesitamos, por curiosidad literaria o profesional, o a veces, por obligación. Cuando se trata de libros escasos o agotados en las librerías, la búsqueda se hace más difícil y llega a convertirse en obsesiva. Sin embargo, creo que hay pocos casos a la inversa, de un libro que ande buscando a su dueño o lector. Por extraño que eso suene, fui protagonista de una curiosa anécdota, en la que un libro me busco, hasta encontrarme, por nada menos que 36 años.