La princesa huía con su espejo en alto…
El zarzal cruzola…Dar quiso ella un salto
tropezó… del puño, ya de fuerzas falto
se escapó el espejo…¡Fue una conmoción!
Y el espejo roto se volvió laguna,
y al fin la princesa transformóse en una
sirena que hoy sale las noches de luna,
a cantar a veces su antigua canción.

JOSÉ SANTOS CHOCANO GASTAÑODI (1875-1934)

Pertenezco a una generación que en su niñez y adolescencia tuvo pocas oportunidades de relacionarse con sus pares de otros países. Posiblemente, el ser provinciano en esos años, acentuaba ese aislamiento. La única excepción fueron los nietos brasileños de unas antiguas amistades de la familia de mi padre, que llegaban en los veranos a visitar a sus abuelitas chilenas en Viña del Mar. Se trataba de Jorginho, Luisinho y María Victoria Marques de Azevedo, con quienes mi hermana y yo compartíamos las entretenciones veraniegas.