En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira.

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Historias curiosas de pasaportes

El pasaporte es unos de los documentos esenciales del turismo. Para los que hemos trabajado en este sector, ha sido un instrumento habitual de trabajo. Son abundantes las experiencias anecdóticas relacionadas con pasaportes. Una gran cantidad de viajes de nuestros clientes, o de nosotros mismos, se han malogrado por culpa de un pasaporte olvidado, perdido, robado, o, simplemente, expirado en su vigencia.

La Ópera y mi Luna de Miel

Retrato de mi padre Carlos Lizama Poblete del año 1929. Pintura al pastel del artista José Caracci (Frascati, Italia 1887-1979 Chile).

Desde mi niñez, la ópera ha sido una buena compañera de mi vida. La conocí, inicialmente, gracias a mi padre, Carlos Lizama Poblete (1906-1960), que la disfrutaba en viejos discos de “78 revoluciones por minuto”, con un “tocadiscos” bastante primitivo, que había que manejar con muchísimo cuidado, ya que un movimiento mal ejecutado podía “rayar” el disco y dejarlo inutilizado o con ruidos molestos. A pesar de estas dificultades, cada vez que poníamos alguna de las grabaciones clásicas de Caruso, Fleta, la Galli Curci y otros grandes de la lírica, las escuchábamos con la mayor atención y casi devoción, como joyas que eran de la música.

Mis primeros amigos costarricenses

Este 5 de julio de 2019, cumpliré 77 años de edad, de los cuales 45 los he vivido en Costa Rica. Me siento muy contento por la familia que formamos junto con mi esposa, Marie Jeanne, y soy afortunado de poder disfrutar de ser abuelo de cinco nietos. Igualmente, y al cumplir años, me vienen a la memoria tantos importantes recuerdos y anécdotas de experiencias de vida tanto familiares como de trabajo y sociales. Hubo muchas razones para que llegáramos a Costa Rica, en marzo del año 1974, pero en estas líneas quisiera destacar una de las razones por las que nos quedamos: El afecto de los ticos. 

Marzo de 1971. Caracas, Venezuela, Hotel Tamanaco. Reunión Comisión Técnica de Turismo de la Organización de Estados Americanos (OEA). De izq. a derecha Xavier Martini, Delegado de la República Argentina; Carlos Lizama Hernández, Delegado de la República de Chile y Álvaro Martin Valverde, Delegado de la República de Costa Rica.

Don Alfredo Cruz y la mano de Gabriela Mistral

Tuve la suerte de conocer a un notable educador, deportista, entrenador y dirigente de Costa Rica: Alfredo Cruz Bolaños (1918-2006). A este gran pionero del deporte, lo conocí a finales de los 70, cuando ya había culminado una brillante carrera de logros extraordinarios y gozaba de su merecida jubilación. A pesar de esto último, a don Alfredo le sobraba mucha energía y siguió activo durante varios años más. Justamente, por encargo de la primera dama de la República, doña Estrella Zeledón de Carazo, nos tocó trabajar juntos estrechamente en un Programa de Parques Recreativos para todo Costa Rica, cuando yo trabajaba en el Instituto Costarricense de Turismo (ICT).

Alfredo Cruz Bolaños en su Academia de Natación en Lourdes de Montes de Oca. Según registros, enseñó a nadar a más de 76000 estudiantes durante 37 años en la actividad. Fotografía publicada por Giorgio Her en Fotos Antiguas de Costa Rica y tomada de Fotos Antiguas del Canton de Montes de Oca.

Mi admiración por Felipe Herrera Lane, José Piñera Carvallo y Danilo Poklepovic Petricic


¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;

Fray Luis de León (1527-1591)

Tuve el honor de conocer en mi vida a tres personajes que considero como sabios: Felipe Herrera Lane (Valparaíso, 1922 – Santiago, 1996), José Piñera Carvallo (París, 1917 –  Santiago, 1991)  y Danilo Poklepovic Petricic (Iquique, 1916 – San José, 1999). Me parece que se ganaron ese reconocimiento, a través de los años, por sus obras y pensamiento. En mi juventud, tuve la gran suerte de trabajar junto a estos tres notables personajes, con motivo de la preparación de la Tercera Conferencia Mundial de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo, la UNCTAD lll, que se iba a celebrar en Chile en los meses de abril y mayo de 1972. 

El carnet de boxeo que me salvó la vida

Mi carnet como miembro de la Federación Chilena de Boxeo.

Entre los papeles y documentos que conservo de Chile, de recuerdos de mi vida, antes de mi exilio en Costa Rica, hay un sencillo y ajado carnet de identidad, de cartulina amarilla, en el que se certificaba mi calidad de Asociado y Presidente de la Asociación de Boxeo de Viña del Mar, en los años 60. Durante mi adolescencia y juventud, fui un deportista entusiasta, sobre todo practicando la gimnasia y el atletismo. Confieso eso sí, que nunca fui muy bueno, en parte, por mi tamaño inferior al promedio del de mis competidores. Sin embargo, con mucho tesón y entrenamiento, logré alcanzar buenos tiempos y posiciones en carreras de velocidad y salto largo. También, me gustaban los lanzamientos de Bala y Disco, donde la fuerza y tamaño de mis competidores era una desventaja insalvable. Asimismo, me gustaban las carreras de obstáculos, y logre una técnica muy depurada y exitosa en la categoría intermedia con vallas de 0.85 cm. No obstante, al pasar a la categoría superior con vallas de 105 cm, mi excelente técnica nada pudo hacer frente a las piernas más largas de mis contrincantes.

Mi madre y la reina

Mi madre junto a mis cuatro hijos en nuestra casa de Curridabat, Costa Rica, en el año 1986.

Para los hijos, las madres son siempre reinas. La tradición matriarcal, ha sido fuerte en mi vida. Mi padre, Carlos Alberto Lizama Poblete (1906-1960), quien murió a los 54 años, me transmitió este sentido matriarcal cuando hablaba con emoción de su madre, mi abuelita, Juanita de Dios Poblete Zapata de Lizama. No la conocí, ya que falleció en el año 1942, el mismo de mi nacimiento. En la rama materna, mi abuela, Teresa Grebe de Hernández, que vivió más de cien años, fue durante muchas décadas, el centro aglutinador de centenares de familiares, que sentían en ella el tronco común.

La Casa Presidencial y el Mural de Amighetti

Francisco Amighetti Ruiz (1907-1998). LA AGRICULTURA, 1948. Mural al fresco. 199 x 513 cm. MAC-0033. Museo de Arte Costarricense.

Una de las obras más importantes que se pueden admirar en el país, es el mural al fresco llamado “La Agricultura”de Francisco Amighetti Ruiz (1907-1998), ubicado en el Museo de Arte Costarricense, el MAC, más conocido popularmente como el Museo de La Sabana. La obra fue elaborada con la colaboración de Margarita Bertheau (1913-1975). Ambos fueron de los más destacados artistas costarricenses del S. XX. El mural data del año 1948, después de la Guerra Civil, y estaba destinado a la Casa Presidencial, ocupada en aquel momento por el presidente de la Junta de Gobierno, José Figueres Ferrer (1906-1990).

Recordando a Oswaldo Guayasamín en su vasija de barro

Año 1996. Visita a Quito, Ecuador, para conversar sobre el proyecto de Galería Guayasamín en Costa Rica. En la foto, Oswaldo Guayasamín y Antonio Salvador junto a Marie Jeanne Oliger y Carlos Lizama.

Oswaldo Guayasamín (1919-1999), uno de los más grandes artistas plásticos de Latinoamérica, dedicó la mayor parte de su vasta obra a rescatar y elevar el conocimiento sobre los pueblos originarios del continente. En sus dramáticos trazos de los rostros, cuerpos y grandes manos de sus personajes indígenas, con sus tradiciones y cultura, lograba transmitir de forma aguda el sufrimiento de la larga y oscura noche que vivieron. Sus obras provocan un impacto enorme en la conciencia de sus espectadores, algo que era una marca de su gran talento. Lo hizo en la pintura, en la escultura y en la orfebrería, al igual, que en su palabra siempre valiente y poética.

El Libro que Buscaba su Dueño

Portada del libro «Apuntes Porteños» de Lukas.

Todos hemos vivido la experiencia de buscar afanosamente un libro que necesitamos, por curiosidad literaria o profesional, o a veces, por obligación. Cuando se trata de libros escasos o agotados en las librerías, la búsqueda se hace más difícil y llega a convertirse en obsesiva. Sin embargo, creo que hay pocos casos a la inversa, de un libro que ande buscando a su dueño o lector. Por extraño que eso suene, fui protagonista de una curiosa anécdota, en la que un libro me busco, hasta encontrarme, por nada menos que 36 años.

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Editado por Mauricio Lizama Oliger