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Recordando a Oswaldo Guayasamín en su vasija de barro

Año 1996. Visita a Quito, Ecuador, para conversar sobre el proyecto de Galería Guayasamín en Costa Rica. En la foto, Oswaldo Guayasamín y Antonio Salvador junto a Marie Jeanne Oliger y Carlos Lizama.

Oswaldo Guayasamín (1919-1999), uno de los más grandes artistas plásticos de Latinoamérica, dedicó la mayor parte de su vasta obra a rescatar y elevar el conocimiento sobre los pueblos originarios del continente. En sus dramáticos trazos de los rostros, cuerpos y grandes manos de sus personajes indígenas, con sus tradiciones y cultura, lograba transmitir de forma aguda el sufrimiento de la larga y oscura noche que vivieron. Sus obras provocan un impacto enorme en la conciencia de sus espectadores, algo que era una marca de su gran talento. Lo hizo en la pintura, en la escultura y en la orfebrería, al igual, que en su palabra siempre valiente y poética.

Tuve la suerte de conocerlo, en mi juventud, en el año 1971, cuando visité Ecuador, como Director Nacional de Turismo de Chile, encabezando una delegación integrada por empresarios del Sector Turismo y periodistas chilenos. El objetivo de mi visita, además de promocionar el turismo, era auscultar y preparar el ambiente a un viaje oficial del presidente de la República, el Dr. Salvador Allende Gossens.

Lo del “ambiente” tenía importancia, ya que pocos años antes, con motivo de la visita a ese país del presidente chileno, don Jorge Alessandri Rodríguez, se había producido un golpe militar que había terminado con la destitución del presidente ecuatoriano Carlos Julio Arosemena. Después de este hecho, se iniciaría un largo período de dictaduras militares en ese país.

Origen, óleo sobre madera, 1951. Osvaldo Guayasamín. Pintura que motivó la canción “Vasija de Barro».

De las personalidades ecuatorianas que conocí, el encuentro con el Maestro Guayasamín fue, sin dudas, el más importante. Ya en esa época, el artista era la figura más icónica de la cultura ecuatoriana, y sus obras habían sido expuestas en las principales galerías y museos, tanto de su país como del mundo. Algunos años antes, una pintura costumbrista suya llamada “Origen” (1951), habría inspirado la famosa y bella canción que ensalza a la civilización incaica: “La vasija de barro”.

La visita del presidente Allende resultó muy exitosa, por la calurosa y cariñosa bienvenida que recibió de parte del gobierno y del pueblo ecuatoriano. En la organización y logística de la visita, el apoyo de Guayasamín fue determinante. Guayasamín, además de gran artista, era un emprendedor de talento natural. Su Fundación y el imponente museo “La Capilla del Hombre” son grandes obras que demuestran, a la posteridad, su enorme capacidad empresarial.

Muchos años después, en 1991, tuve una nueva oportunidad de relacionarme estrechamente con el gran artista. Yo me desempeñaba como vicepresidente comercial de la aerolínea costarricense, LACSA, que tenía proyectos de apertura de rutas hacia Ecuador y Cuba en aquel momento. En los varios viajes que realicé a Quito, una de mis primeras actividades fue visitar al artista para renovar los lazos de amistad y admiración. En esos años, él era el principal dueño de una de las mayores empresas turísticas de Ecuador, que manejaba la casi totalidad del mercado de viajeros desde Ecuador hacia Cuba. El apoyo de Guayasamín para las gestiones de apertura de la ruta de LACSA a Cuba fue relevante. En agradecimiento por su apoyo, transportamos a la isla una obra escultórica suya, dedicada a un héroe guerrero incaico del Ecuador, el príncipe Rumiñahui, que en la actualidad forma parte del patrimonio cultural de La Habana Vieja. La estatua está ubicada en un parque a escasos metros del museo Casa Oswaldo Guayasamín.

Atahualpa Yupanqui – Vasija de barro

Como hecho simpático de este episodio, pudimos apreciar otra faceta de su personalidad, de un hombre al que las emociones y los sentimientos lo hacían transformarse de un modo muy espontáneo. Cuando los trabajadores del aeropuerto de La Habana comenzaron a extraer la estatua de la panza del avión, Guayasamín emocionado, saltaba y gritaba lleno de alegría: “El avión de LACSA está pariendo a Rumiñahui”. Todos nos reímos del divertido comentario. No podía haber mejor descripción de lo que estaba ocurriendo, en aquellos momentos.

Plaza Rumiñahui. Inaugurada en la Ciudad de la Habana, el 16 de noviembre de 1995, por Oswaldo Guayasamín (1919-1999) y Fidel Castro Ruz (1926-2016)​. Rumiñahui significa en lengua quechua “Ojo de Piedra”. Inspirado en las hazañas del gran estratega militar inca, símbolo de la resistencia indígena ante los españoles. El pintor trajo la majestuosa y fornida escultura con los brazos levantados como regalo a Cuba y su pueblo.

Mi amistad con él se prolongaría hasta su fallecimiento en el año 1999, en Baltimore, Estados Unidos, donde había viajado para buscar infructuosamente una curación para la inminente ceguera que lo amenazaba. Tres años antes, me había pedido a mí y a mi esposa Marie Jeanne que abriéramos en Costa Rica una “Galería Guayasamín” para divulgar su obra y la de otros artistas latinoamericanos que el patrocinaba. El proyecto llegó a estar muy avanzado, pero tuvimos que abandonarlo, debido a que la empresa me trasladó a Chile como Gerente Regional. Cuando le propusimos a su hija Berenice continuar el proyecto, con otros amigos costarricenses que le recomendamos, la respuesta de su padre nos emocionó. Dijo que solo hacía negocios con miembros de su familia y que nosotros éramos su única familia en Costa Rica. Creo que esa demostración de afecto se debió en gran parte al cariño que llegó a tener por mi esposa, cuyo carácter también contestatario y rebelde, incluso con él, le hacía mucha gracia.

Al morir, quedó inconclusa su monumental obra, “La Capilla del Hombre”, que es la versión latinoamericana de la “Capilla Sixtina” de Miguel Ángel. Sus hijos y familia continuaron la construcción, siguiendo estrictamente los planos y detalladas instrucciones que les dejó. A su inauguración, en el año 2002, su familia me invitó junto a un pequeño y muy selecto grupo de invitados extranjeros. En el acto, tuve el honor y grata sorpresa, de estar a la par de la viuda del presidente Mitterrand de Francia, Danielle Mitterrand.

Uno de mis mayores motivos para dar “gracias a la vida”, es haber podido conocer y merecer la amistad de seres humanos tan admirables como Oswaldo Guayasamín.

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2 comentarios

  1. Diego Teran

    Me encantó su artículo Carlos. Yo tuve la suerte de conocer a Guayasamín cuando inauguraron una versión más grande de Rumiñahui en Sangolquí, cerca de Quito. Mis padres conocieron más de cerca al pintor, y ahora que soy padre, estaba investigando el origen de la canción Vasija de barro con mi hija y me encontré este hermoso artículo.

    • CARLOS LIZAMA HERNANDEZ

      Gracias por su mensaje. Me alegra porque viene de un ecuatoriano como Guayasamin.

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Editado por Mauricio Lizama Oliger