• Las iniciativas de las Policías Municipal y Turística merecen ser apoyadas

Costa Rica tiene la añeja fama de ser un país seguro para los visitantes. Se mantiene vigente, en parte, no tanto por méritos propios, sino porque el deterioro de la seguridad y el avance de la delincuencia en otros países ha sido mayor que en el nuestro. No obstante, sería un grave error no actuar enérgicamente frente a este problema aplicando resignadamente el viejo decir de que “mal de muchos… consuelo de tontos”. No podemos conformarnos frente a una realidad que amenaza tanto a nuestros visitantes como a nosotros mismos.

Independientemente de que la seguridad de los costarricenses es también la de nuestros visitantes, hay algunos aspectos en los que los turistas extranjeros tienen una situación de riesgo mayor que la que tenemos quienes residimos en Costa Rica: un visitante tiene, por su naturaleza, un desconocimiento mayor de las situaciones de riesgo a las que se puede ver expuesto. En muchos casos no habla nuestro idioma y mucho menos conoce nuestras leyes o el complicado sistema jurídico-administrativo.

Los romanos, hace más de 20 siglos, entendieron esto muy bien y con gran clarividencia crearon la figura del “pretor de los Peregrinos”, una especie de defensor y juez de los asuntos que podían afectar a los extranjeros. En la actualidad, en varios países avanzados, hay figuras semejantes que van desde muy eficientes oficinas de quejas para los turistas, hasta procuradores o policías turísticos muy bien entrenados para atenderlos y apoyarlos.

En nuestro país, hace dos años, se dio un primer paso importante, en este sentido, al crear la Policía Turística; lamentablemente, no se han seguido contratando efectivos, de acuerdo con el cronograma definido en el plan original.

Policía Municipal. Otro aspecto en el que se debe actuar urgentemente es en el de la creación y desarrollo de eficientes Cuerpos de Policía Municipal. Está demostrado que no hay mejor seguridad que la que proporcionan oficiales de la propia localidad, quienes conocen a las familias de las comunidades, que son conocidos y respetados por los habitantes de la zona, que tienen su domicilio familiar en la misma área que deben vigilar y proteger, que viven las mismas circunstancias de sus vecinos.

Nada de eso puede lograrlo un policía enviado desde otra región del país, quien se siente y está, efectivamente, desarraigado, incapaz de diferenciar entre un vecino honesto y un delincuente ajeno a la comunidad, y que además vive en unas comisarías totalmente inadecuadas y en algunos casos en condiciones materiales miserables, como he podido comprobarlo personalmente en visitas a diversas provincias del país.

Desde hace años, el actual presidente de la Cámara Costarricense de Hoteles, don Carlos Lachner, ha venido proponiendo en diversos foros una ley que les dé una organización y financiamiento sostenible a las Policías Municipales, pero su voz no ha sido escuchada.

Creo, que tanto la iniciativa de las Policías Municipales como la de la Turística tienen que ser apoyadas por el Ejecutivo y el Congreso con toda la energía y urgencia que la gravedad de la situación que vivimos exige. No seamos ingenuos: la seguridad de nuestros visitantes es nuestra propia seguridad.

Publicado en La Nación, el 6 de junio de 2009.