Una de las obras más importantes que se pueden admirar en el país, es el mural al fresco llamado “La Agricultura”de Francisco Amighetti Ruiz (1907-1998), ubicado en el Museo de Arte Costarricense, el MAC, más conocido popularmente como el Museo de La Sabana. La obra fue elaborada con la colaboración de Margarita Bertheau (1913-1975). Ambos fueron de los más destacados artistas costarricenses del S. XX. El mural data del año 1948, después de la Guerra Civil, y estaba destinado a la Casa Presidencial, ocupada en aquel momento por el presidente de la Junta de Gobierno, José Figueres Ferrer (1906-1990).
Este último hecho ha generado interpretaciones acerca del título y temática del mural, por lo que hace falta una investigación histórica que permita corroborar con más rigurosidad tanto su título original, así como su temática, buscando archivos y notas de prensa relacionadas, en el que los autores hayan dejado testimonio. Independientemente de esto, esta pintura tiene un gran valor estético y épico, lo que la convierten en una de las obras más importantes del país.
Mi conocimiento sobre ella es de fines de los años 70s, durante la administración del presidente Rodrigo Carazo Odio (1926-2009). En esa época, el inmueble que albergaba la Casa Presidencial, ubicado en una esquina del Parque Nacional, era una antigua casa de una familia tradicional. Era el domicilio del ex gobernante de Costa Rica, el general Tomás Guardia Gutiérrez (1831-1882). Posteriormente, esta propiedad pasaría a manos de la empresa “United Fruit Company”, la “Mamita Yunai”de la obra de Carlos Luis Fallas Sibaja (1909-1966).
La casa, que había sido construida con materiales de muy pobre calidad, se encontraba en estado ruinoso en aquella época, debido al clima y mal mantenimiento de muchos años, lo que hacía incómodo su uso. Sin embargo, lo más grave fue que una auditoria de seguridad, hecha por un experto, había revelado la existencia de micrófonos en paredes y cielos rasos, además de conexiones misteriosas en las líneas telefónicas, lo que afectaban gravemente el trabajo del presidente Carazo y sus colaboradores. Eran los primeros días de su gobierno y el presidente estaba muy preocupado. En una reunión de emergencia, le pidió a uno de sus asesores, el arquitecto chileno Carlos Valenzuela, que investigara sobre los edificios públicos que había en la ciudad para elegir uno que sirviera para trasladar la Casa Presidencial.
Cuenta don Carlos, que realizó un extenso y minucioso recorrido que resultó completamente infructuoso. Casi todos los ministerios y dependencias del gobierno ocupaban edificios pobres, vetustos y varios de ellos alquilados, lo que correspondía a un estilo muy austero de parte de los gobernantes en esos años. El único edificio que tenía el tamaño y prestancia arquitectónica era el de la Penitenciaría Central, actual Museo de los Niños, pero la idea fue desechada “ad portas” por la imposibilidad de pasar la población penitenciaria a otro lugar de forma inmediata.
Al recibir este informe negativo, el presidente Carazo le pidió a don Carlos que ampliara la investigación a otros edificios, de Instituciones autónomas o semipúblicas. En esta segunda etapa, el arquitecto encontró la sede de una gran empresa mexicana, que era propiedad del gobierno de México. Esta empresa era Fertilizantes de México, FERTIMEX, que había creado empresas subsidiarias en casi todos los países de Centroamérica, como parte de un gran programa de apoyo a estos países.
FERTIMEX contaba con una sede regional, ubicada en un edificio de mucha calidad, construido el año 1976, diseñada por uno de los mejores arquitectos mexicanos del S.XX, Pedro Ramírez Vásquez (1919-2013). El director de FERTIMEX para la región era un destacado diplomático mexicano, don Gonzalo Martínez Corbalá (1928-2017), que había sido el último Embajador de México en Chile, hasta la ruptura de relaciones, debido al Golpe Militar de 1973. Él fue quien dio asilo a la viuda del presidente Salvador Allende (1908-1973), y luego la acompaño en el viaje al exilio en México. Por ese motivo, yo ya conocía ese inmueble, pues le había hecho una visita de cortesía por invitación del embajador Martínez Corbalá, con el que me había relacionado en Chile a inicios de los 70s. En aquella visita, quedé muy impresionado por la elegancia de sus dependencias, mobiliario y decoración.
Cuando don Carlos Valenzuela le explicó al presidente Carazo que ese era el mejor lugar encontrado para instalar la Sede Presidencial, la primera reacción del mandatario fue de pesimismo, pensando que iba a ser muy difícil obtener una posible venta y que con seguridad el precio no iba a estar al alcance de las escuálidas arcas del gobierno costarricense. No obstante, Valenzuela estaba tan entusiasmado, que se atrevió a insistirle al presidente, diciéndole, más o menos, que la peor gestión es la que no se hace, y que llamara al presidente de México para consultarle sobre la posibilidad de llegar a disponer de ese edificio.
Igualmente, otras personas que estaban asistiendo apoyaron la idea y el presidente, que era de decisiones muy rápidas, ordenó a su secretaria hacer una llamada al presidente mexicano, en ese período, don José López Portillo (1920-2004). En pocos minutos, ambos presidentes, que se conocían desde años antes, estaban conversando animadamente, sobre diversos temas y, al llegar al motivo de la llamada y escuchar López Portillo los problemas que tenía Carazo con su sede, y que había un edificio del gobierno de México que aparentemente cumplía con los requisitos básicos, le dijo: “Querido Rodrigo, cuenta con todo lo que te pueda ayudar, pero dame el tiempo necesario para ver cuál es la situación”.
Al cortarse la llamada, el presidente Carazo y todos los que lo acompañaban quedaron muy sorprendidos de la respuesta tan amable y comprensiva de su colega mexicano, y luego de algunos comentarios, empezaron a despedirse todos para regresar a sus oficinas. Sin embargo, a los diez minutos aproximadamente, entró una llamada urgente del Embajador Martínez Corbalá, quien le dijo a don Rodrigo: “Señor presidente, por encargo de mi presidente, voy a hacerle entrega de las llaves de su nueva Casa Presidencial, que puede ocupar a partir del próximo lunes”.
Era un día jueves, de modo que el problema se había resuelto de un modo inmediato y completamente inesperado. Debido a los procedimientos burocráticos, la donación se demoró un tiempo mayor en legalizarse, pero el traslado se pudo iniciar efectivamente a partir de la semana siguiente, tal como lo había dispuesto el presidente de México. Gracias a ello, ese edificio continúa siendo en la actualidad la sede de la Presidencia de la República de Costa Rica. Lamentablemente, no ha tenido el mantenimiento adecuado, se le han hecho agregados y modificaciones que estéticamente no están acordes con su diseño arquitectónico. Los bellos jardines que la rodeaban se han perdido, pero funcionalmente conserva parte de su esplendor original.
El traslado desde la vieja casona del Parque Nacional dio la posibilidad de iniciar un proceso de remodelación urbana del centro de la ciudad, que culminó varios años después con la construcción en dicho lugar de la sede del Tribunal Supremo de Elecciones. Por ello, un año más tarde, se decidió la demolición de esa vieja casona, para lo cual mediante una licitación se contrató una empresa especializada.
Cuando ya los trabajos de demolición se habían iniciado, se descubrió un tremendo problema, una “gran torta”, como dicen en Costa Rica. El mural de Amighetti, que estaba previsto trasladarlo al Museo de Arte Costarricense, había sido hecho con una técnica al fresco, directamente sobre uno de los muros, y no se disponía de ningún “know how”, ni experiencias previas en el país sobre este tipo de trabajos. Además del mural de Amighetti, había otro del artista Luis Daell (1927-1998), llamado“La Piedad”en la misma situación.
En esa época, trabajaba en el Instituto Costarricense de Turismo (ICT), don Juan Amighetti Ruiz, hermano del artista, quien nos comentó la gran angustia que había en la familia y en el mundo de la cultura por esta inminente catástrofe. Como consecuencia de estas congojas, el presidente Carazo convocó a una reunión de emergencia en la nueva Casa Presidencial a la que concurrieron la ministra de Cultura, Marina Volio Brenes, los autores de las obras y personalidades del mundo de las artes plásticas del país. Se llegó a la conclusión de que para salvar y trasladar los murales se requería de una técnica de la que solo en Italia había expertos. El problema que surgió de inmediato fue que la empresa encargada de la demolición tenia fechas límites establecidas en la licitación y que no podía paralizar su trabajo por todo el tiempo que podía durar una contratación en Italia. La reunión concluyó en un ambiente muy poco auspicioso.
Uno de los participantes en la reunión era un catedrático de la Universidad Nacional de Costa Rica, quien al día siguiente comentó lo ocurrido, con un grupo de profesores de la Facultad de Bellas Artes. Entre estos profesores estaba el muralista chileno Julio Escámez, un destacado artista exiliado en Costa Rica. Escámez manifestó la misma opinión en el sentido de que se trataba de una técnica de restauración extremadamente difícil, la de mayor complejidad técnica en el mundo de la restauración y corroborando que solo en Italia había expertos con ese conocimiento teórico y experiencia suficientes.
Al pedírsele una explicación más amplia de su opinión, señalo que cuando él había estudiado Bellas Artes, en la especialidad de murales al fresco, en la Academia de Florencia en Italia, había recibido asignaturas de restauración y que el tema de mayor dificultad que había tenido como alumno era precisamente el de salvamento y traslado de este tipo de obras. Aclaró de inmediato que su conocimiento era teórico, ya que en su carrera profesional no la había practicado.
Como la situación era verdaderamente angustiosa, alguien le informó al presidente Carazo acerca del comentario y conocimiento del artista chileno. Fue así que al día siguiente, Escaméz sería despertado abruptamente a las cinco de la mañana, por una llamada del propio presidente de la República, quien con un tono entusiasta y muy comprometedor le agradecía su “generoso ofrecimiento”de hacerse cargo de tan delicado y difícil trabajo. Escámez contaba que trato de explicar que el carecía de experiencia y que no era la persona adecuada, pero los que recuerdan la personalidad de don Rodrigo Carazo, entenderán que era imposible oponérsele a su encargo. Lo que terminó por superar los temores de Escámez, fue el apoyo y la confianza que le demostraron los propios autores de las Obras, Amighetti y Daell.
El trabajo hubo que iniciarlo de inmediato, siguiendo pautas y protocolos artístico-científicos muy rigurosos, que son un modelo y motivo de orgullo de parte del propio Escámez y del equipo interdisciplinario de restauradores y profesionales costarricenses integrado por el MAC. Tuvo una duración total de más de ocho meses que concluyó exitosamente, a pesar de las grandes dificultades afrontadas.
En el caso del mural de Amighetti, tenía daños graves en un 50% de su superficie y un hueco de 25 cm2 en su centro, como consecuencia del deterioro de la pared de la vieja Casa Presidencial. Como este es un tema muy técnico, y apasionante para los amantes de este arte, recomiendo leer un estudio hecho en la Universidad de Costa Rica, que documenta paso por paso, el proceso seguido. El estudio se llama “TRASLADO DE LOS MURALES AL FRESCODE LA ANTIGUA CASA PRESIDENCIAL AL MUSEO DE ARTE COSTARRICENSE”, de la autoría de la Catedrática Peggy Taylor Filloy.
En estas líneas, me ha parecido interesante dejar constancia de dos hechos importantes: El traslado de la antigua Casa Presidencial al edificio que ocupa en la actualidad y el salvamento y traslado de los valiosos murales al fresco de Amighetti y Daell al Museo de Arte Costarricense, destacando la participación que tuvieron dos chilenos, Carlos Valenzuela y Julio Escámez, a los que el misterioso destino y su gran calidad profesional los puso inesperadamente en un rol tan protagónico.
Deja una respuesta