- Un segundo aeropuerto cercano a la Región Metropolitana y protegido de los efectos de una eventual erupción, debería ser de la máxima prioridad para el país y el Sector Turismo costarricense.
La erupción del volcán Irazú, que se inició el 14 de marzo de 1963 y que concluyó el 18 de diciembre del año siguiente, es el fenómeno de la naturaleza más dañino y prolongado que ha sufrido Costa Rica, en su historia republicana. Afectó directamente toda la región metropolitana, o Meseta Central, como se la llamaba en aquella época. Durante esos fatídicos 19 meses, miles de toneladas de cenizas, sedimentos volcánicos y gases cayeron sobre las ciudades, pueblos, campos y ríos cubriéndolos de un espeso manto gris y cambiando dramáticamente la vida de sus habitantes.
Hay bastante material escrito, fotográfico y películas que nos muestra los graves impactos de esa erupción, que sirvió para demostrar la notable capacidad y valor del pueblo costarricense para enfrentar la catástrofe. Varios de esos momentos fueron captados por los noticieros y cadenas cinematográficas tanto del país como del extranjero, ya que el fenómeno captó la atención mundial y generó, además, mucha cooperación internacional hacia el país. Entre esos testimonios, don Hiram Sotela Montagne, entonces funcionario del Instituto Costarricense de Turismo (ICT), hizo algunas de las mejores filmaciones que aún se conservan. En estas líneas, me referiré al impacto que tuvo está erupción en la actividad turística y en el transporte aéreo. Para ello utilizaré extractos de las publicaciones que se hacían en el periódico La Nación.
La primera publicación, del 15 de marzo de 1963, relató el inicio de la erupción: “Ancha zona de estrago provocó el volcán Irazú ayer. Cuadro de desolación y ruina presentan varias fincas situadas en sus alrededores”.
Cuatro días después, reportó que el fenómeno cubre todo el Valle Central: “Ayer empezó la lluvia de ceniza sobre la Meseta Central”. Desde el comienzo de la erupción, la Torre de Control de vuelos del Aeropuerto del “Coco”, como se llamaba en aquella época, ahora “Juan Santamaría”, se convirtió en un lugar estratégico para observarla y evaluarla, sobre todo la altura y la superficie de territorio afectado. Los controladores de tráfico aéreo informaron, según el periódico del 21 de abril de 1963, lo siguiente: “Desde la torre de control del Coco, se calculó que el techo de la columna de gases de una erupción de ayer, alcanzó 20.000 pies de altura (6.095 kilómetros)”.
También, desde los primeros meses, la aviación comercial y, especialmente, la aerolínea nacional LACSA, jugó un rol fundamental en el apoyo a la población. Hay que recordar, que en esos años, el transporte terrestre estaba poco desarrollado y muchas zonas del país solo tenían acceso por la vía aérea. Ejemplo de ello, es esta noticia del 12 de junio de 1963: “Un avión de LACSA partió del Aeropuerto de La Sabana hacia Limón para recibir un cargamento de granos que EEUU donó para los animales de la región del Irazú”.
Cuando ya la erupción tenía un año sin detenerse, el Sector Turismo de Costa Rica demostró tener un indomable valor y optimismo. En lugar de derrumbarse anímicamente por la catástrofe, la enfrentaron positivamente, siguiendo el viejo refrán marinero de que “al mal viento buena cara”. Fue así como idearon una campaña de marketing para sacarle provecho a la erupción. La Nación, del 3 de abril de 1964, lo informó así: “El Instituto Costarricense de Turismo impulsa una campaña de divulgación sobre el volcán Irazú para lograr aumentar la cantidad de turistas nacionales que visitan la zona”. A los diez días, el periódico reportó: “El Irazú hizo ayer una violenta erupción de piedras y gases que alcanzaron a numerosos turistas que se encontraban cerca del cráter”. Existen muchas fotografías y filmaciones de la época que muestran a turistas al borde del cráter con su amenazante erupción. Se ven a turistas corriendo a guarecerse, luego de una explosión muy cercana, lo que prueba que la curiosidad es muchas veces más fuerte que el miedo a la misma muerte.
Este espíritu aventurero y sin miedo al peligro era contagioso, incluso para personas que por su profesión se consideran muy prudentes, como los diplomáticos. Prueba de ello es la siguiente noticia del 28 de abril de 1964: “El Embajador de Francia ante el gobierno de Costa Rica envió una carta relatando su experiencia de atravesar una nube eruptiva, mientras sobrevolaba el Irazú”.
Aunque parezca increíble, la erupción del volcán, con toda su amarga secuela de daños a la economía del país, sobre todo a la agricultura y ganadería, y a la vida de los ciudadanos, se había convertido en un gran atractivo turístico. Los visitantes extranjeros que llegaban a Costa Rica, por cualquier motivo, lo primero que pedían era poder ir al volcán y ver sus explosiones lo más cerca posible. Un testimonio, muy simpático, correspondió a la gran artista cubana Olga Guillot, recogido en la edición de La Nación, del 19 de junio de 1964: “He oído hablar tanto de este volcán que me pica la curiosidad por ir a verlo”.
Las erupciones concluyeron tan abruptamente como habían empezado, sin aviso previo. La Nación, del 18 de diciembre, anunció alborozada: “El macizo del Irazú se ve limpio y despejado”. Aunque ya estaba dormido el volcán, se mantuvo con su fama como el principal atractivo turístico de Costa Rica hasta mediados de los años ochenta, cuando la visitación a los Parques Nacionales y el ecoturismo lo desplazaron.
De la lectura de este artículo, queda muy evidente, que la erupción del volcán Irazú de los años 1963 y 1964, no provocó daños ni al incipiente turismo de la época, ni a la actividad de la aviación tanto comercial como privada. Las nubes de cenizas y materiales se concentraron en la Meseta Central, actual Región Metropolitana, y solo en dos fechas llegaron más allá. Los aviones de esos años que eran de propulsión por motores de hélice no vieron limitada su operación. Los dos aeropuertos que teníamos, el de La Sabana y el del Coco-Juan Santamaría pudieron seguir funcionando normalmente. No obstante, diariamente tenían que eliminar la capa de residuos volcánicos que les caía.
Si hacemos un ejercicio teórico para evaluar el escenario y consecuencias de una nueva erupción en este momento, similar a la del siglo pasado, la situación sería completamente diferente. En los años sesenta, la economía de Costa Rica era preponderantemente de carácter agrícola y agropecuaria, en cambio, el turismo era una actividad muy incipiente, sin ningún peso en la economía nacional. De acuerdo a las estadísticas del ICT, del año 1962, inmediatamente anterior a la erupción, llegaron al país solo 49.638 turistas extranjeros. Su aporte a la economía no alcanzaba a redondear un punto porcentual de Producto Interno Bruto (PIB). En la actualidad, Costa Rica se definió como un país cuya economía se sostiene en el turismo y en los servicios. Recibiremos este año casi 4 millones de turistas extranjeros, que gastan en el país más de 4 mil millones de dólares, lo que representa un 35 % en relación al total de las exportaciones del país. En relación al PIB, el turismo aporta entre un 6.3% de efecto directo y un 8,2% si se le agregan los efectos indirectos. La mayor parte de los turistas internacionales llegan por vía aérea y de estos un 26% lo hacen por el Aeropuerto Daniel Oduber de Liberia y el 74% por el Juan Santamaría. Al mismo tiempo, la oferta hotelera del país se agrupa de manera similar. De las 57.233 habitaciones hoteleras clasificadas por el ICT, 14.826, el 26%, se encuentran en Guanacaste y las demás, que totalizan 42.407, es decir el 74%, en las otras regiones del país, para las que la puerta de entrada es el Juan Santamaría.
Por lo tanto, si se repitiera un fenómeno semejante al que hemos comentado, la mayor diferencia sería la tecnología aeronáutica actual, muy diferente a la del siglo pasado. Los aviones, hoy en día, son de propulsión jet, movidos por turbinas muy poderosas. Una buena parte del control de las aeronaves es dada por tecnologías muy sofisticadas, con centenares de computadoras y sensores que han cambiado por completo el perfil profesional y las habilidades de los pilotos. Estas aeronaves, a diferencia de los sencillos y pequeños aviones antiguos, no pueden ni deben volar en ambientes contaminados por una erupción volcánica. La prueba la hemos tenido en los últimos años, cuando cada vez que las cenizas del volcán Turrialba han llegado hasta el Aeropuerto Juan Santamaría, su operación ha debido paralizarse por uno o dos días.
En casos recientes de erupciones parecidas en otros lugares del mundo, por ejemplo en el caso de Islandia, se paralizaron los vuelos y muchos aeropuertos en el norte de Europa. Una situación similar ocurrió con la erupción del volcán Chaitén, en el sur de Chile, cuyas cenizas afectaron las operaciones aeroportuarias de parte de la Patagonia, en Argentina. Es por eso que la paralización del Aeropuerto Juan Santamaría por uno o dos años, según fuese la duración de un nuevo evento de esta naturaleza en el volcán Irazú o en algún otro volcán, podría llevar a la ruina a la mayor parte del Sector Turismo costarricense, ya que el 74% de la oferta hotelera se nutre de los pasajeros que llegan por esa vía.
En la historia del volcán, hay un ciclo de erupciones llamadas estrombolianos, similares entre los años 1917 y 1918, que cubrió de cenizas Cartago, La Unión, San José y que incluso llegó hasta Heredia. Más atrás, entre 1842 y 1843, habría habido erupciones parecidas, pero es muy escasa la información sobre sus efectos.
A la luz de estos antecedentes, resulta muy urgente y oportuno enfrentar esta vulnerabilidad que tiene el sector turismo y la actividad del transporte aéreo del país. Para ello, habría que acelerar todos los procesos y actividades referentes al nuevo Aeropuerto de Orotina. Este nuevo aeropuerto tendrá la ventaja de estar cercano a la Región Metropolitana, pero más protegido de los efectos de una eventual erupción, gracias a la cadena montañosa que le separa de los principales volcanes activos. Para quienes dudan de la necesidad de este nuevo aeropuerto, aduciendo “sus elevados costos”, hay que hacerlos entender que dejar al país aislado del resto de mundo sería miles de veces más costoso y catastrófico. Además, aunque no existiera la amenaza del coloso del Irazú, la capital requiere de un segundo Aeropuerto Internacional, debido a que el Juan Santamaría está muy cercano a su nivel de saturación.
- El autor fue vicepresidente ejecutivo comercial de LACSA y director del Consejo Técnico de Aviación Civil (2006-2010)
- Fuentes: Publicación del periódico La Nación “IRAZU, 1963; Sombras de gris”, sobre la erupción del volcán Irazú 1963-1964. Conferencia del Ms. en Meteorología Guillermo Vega Gourzong, ex oficial principal de meteorología aeronáutica de las oficinas regionales de la Organización Internacional de la Aviación Civil (OACI) en México para Norteamérica, Centroamérica y el Caribe y Paris para los países de la Unión Europea, sobre “Meteorología Sinóptica-Aeronáutica y el Impacto de los Fenómenos Atmosféricos”, impartida en la Universidad Autónoma de Centroamérica (UACA), el 17 de Julio del 2019. Documento Universidad Estatal a Distancia (UNED), año 2017: “La ceniza volcánica y sus peligros en Costa Rica”. Documento: “Sistema de aviso y alerta sobre ceniza volcánica para la aviación”, Organización Internacional de Aviación Civil, Oficina Regional de México, agosto 2013.
Luis Diego Madrigal Bermudez
Muchas gracias por este aporte histórico don Carlos. Lo convertiremos en material con sus respectivos créditos para quienes estudien con nosotros.
CARLOS LIZAMA HERNANDEZ
Gracias Diego por tu afectuoso comentario. Escribi este articulo para alertar a las autoridades aeronauticas sobre la necesidad de un segundo aeropuerto internacional metropolitano que se ubique fuera del area de influencia de una nueva erupcion como la que tuvimos en esa decada. Si se repitiera ese tipo de erupcion el actual aeropuerto JSM quedaria paralizado por un año o mas.