Año 1974. Reunión INA-ICT: Proyecto Hotel-Escuela. De espaldas, de izquierda a derecha, don Danilo Jiménez Veiga, Presidente Ejecutivo del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA); don Manuel Ventura, Presidente de la Asociación Costarricense de Hoteles (ACHA); don Fernando Trejos Solorzano, Gerente Técnico del INA y don Carlos Lara Hine, Presidente Ejecutivo del Instituto Costarricense de Turismo. De frente, de derecha a izquierda, don Kurt Nathan, Gerente del Hotel Irazú; don Carlos Lizama Hernández, Consultor a cargo del Proyecto Hotel-Escuela y don Edgar Bailey McCloud, Encargado de la Sección de Comercio y Servicios del INA.

El Instituto Nacional de Aprendizaje – INA – es una de las instituciones que más han beneficiado a Costa Rica desde su fundación hace 60 años. En esa época, hombres altamente visionarios como don Alfonso Carro, ministro de Trabajo, y don Danilo Jiménez Veiga, entonces director general de la Organización Internacional del Trabajo – OIT – para América Latina, abordaron la admirable labor de crear instituciones encargadas de dar formación profesional y técnica a los trabajadores de la industria latinoamericana.

La OIT tenía la misión de impulsar el desarrollo industrial y agrícola del mundo, principalmente de los países en vías de desarrollo, junto con desarrollar empleos bien remunerados y dignos, al alcance de las poblaciones más necesitadas de apoyo y que, en aquella época, eran mayoritarias.

La formación profesional, como modelo educativo, tenía su origen en Europa y se había convertido en la fuente más importante de recuperación económica y social del continente europeo, después de la terrible catástrofe que representó la II Guerra Mundial. Su metodología de enseñanza difiere de la educación general, en el sentido de que estaba orientada a preparar con mayor rapidez y eficiencia a miles de trabajadores para desempeñarse en puestos de trabajo productivos.

Estas diferencias se dan tanto en el plano metodológico como en la preparación de instructores adecuados, así como en la elaboración de programas especializados y con un enfoque eminentemente social, gratuito y dotado de los instrumentos técnicos propios de cada una de esas industrias y actividades económicas.

En Europa, este sistema ha continuado cumpliendo sus funciones ya que los cambios ocurridos en el desarrollo tecnológico, social y económico de cada uno de estos países, han hecho que la formación profesional sea cada vez más necesaria.

En ese mismo período, siguiendo el impulso de la OIT, se crearon instituciones hermanas del INA de Costa Rica, en casi todos los países de América Latina. Se reformaron y modernizaron algunas muy importantes que ya existían en países pioneros como Brasil y Chile. Estas instituciones han sido en diversa medida impulsoras determinantes del progreso de la región.

A mediados de la década de 1970, ocurrió un hecho que detuvo el progreso en uno de los países que había liderado este desarrollo: la República de Chile. El golpe militar de 1973 posicionó una sangrienta dictadura que transformó al Instituto Nacional de Capacitación Profesional (INACAP) en una institución de enseñanza privada, bajo el control de la sociedad empresarial de fomento fabril, orientada principalmente hacia fines lucrativos, lo que provocó su debilitamiento.

Este cambio significó un alejamiento por completo de su misión original, dejando de lado su propósito de apoyo social a la equidad del país. Esta situación, que persiste al día de hoy, es probablemente una más de las muchas otras causas de la profunda brecha social que caracteriza a la sociedad chilena y que provocó un fuerte estallido social entre octubre de 2019 y marzo de 2020 que fue noticia en todo el mundo.

En Costa Rica, la formación profesional ha sido uno de los hechos más importantes, a la cual se le atribuye parte del bienestar de la clase trabajadora y progreso del país. Gracias a la labor del INA, la mano de obra costarricense se ha especializado logrando altos niveles de calidad y aporte al avance de la industria, el comercio, el turismo y la agricultura.

Lamentablemente, durante muchos años, la constante y arcaica discusión de privatización vs estatización ha provocado una parálisis en el buen desarrollo de instituciones tan valiosas como el INA. Si bien es cierto que algunas instituciones requieren de procesos de modernización y adaptación a los avances del mundo moderno, no todos los procesos de privatización se justifican, sobre todo aquellos que afectan directamente la tradicional democracia, justicia social y participación popular que caracteriza y enorgullece al país.

En el caso particular del INA y su obra histórica, su estructura es valiosa y claramente en vez de ser boicoteada o debilitada, debería ser reforzada y fortalecida tomando buenos ejemplos y posicionando en puestos claves a personas conocedoras de modelos de éxito.

Actualmente, por ejemplo, Alemania tiene un sistema muy sólido de educación especializada integrada con la Agencia de Trabajo (“Bundesagentur für Arbeit”), donde la modernización tecnológica y el apoyo a los trabajadores para lograr empleos diversificados ha traído crecimiento económico y prosperidad por muchos años, logrando situarse como la economía motor de la Unión Europea (UE).

Las necesidades de desarrollo económico de Costa Rica deben mantenerse en procesos de modernización similar, incluyendo la integración a un modelo de apoyo y crecimiento de startups, cursos especializados en tecnología e innovación que hoy en día es fundamental por los vertiginosos cambios que se están dando debido a la llegada de la herramientas basadas en inteligencia artificial en el mundo. Por supuesto, que por su legado y experiencia, el INA es fundamental para llevar adelante estas tareas.

En la actualidad, los últimos gobiernos han promovido proyectos de ley que son profundamente dañinos, porque trasladan funciones que por su naturaleza deben ser ejercidas por el INA y sus instructores, a personeros del sector privado representados parcialmente por la Unión Costarricense de Cámaras Empresariales – UCCAEP – carentes de capacitación. Además, se han designado en posiciones importantes como las presidencias ejecutivas y las gerencias a personas desconocedoras por completo de la función del INA y de la metodología de la formación profesional.

Para mayor gravedad, se han suspendido las obras y adquisiciones de nuevas infraestructuras, de nuevos equipamientos tecnológicos y la contratación de funcionarios instructores, sin sustituir, ni a los que se jubilan, ni a los que el desarrollo del país y la institución requieren anualmente. Estas situaciones han hecho que la institución no pueda cumplir eficientemente con todas las necesidades que se requieren para el apoyo de los trabajadores y empresas.

Es muy urgente que los sectores que realmente piensan y creen en el progreso del país y de sus recursos humanos se den cuenta de esta grave situación que nos amenaza. Es necesario que los miembros de la Asamblea Legislativa rechacen todos esos proyectos de ley que busque la privatización o debilitamiento del INA y más bien se enfoquen en proyectos que lo refuercen y fortalezcan para convertir a la institución en este nuevo período de avances tecnológicos en la llave del progreso de Costa Rica.