Cuando llegué a Costa Rica, en el mes de marzo de 1974, el Capitán Otto Escalante era ya una de las figuras más prominentes y respetadas del país. Había tenido una participación muy decisiva en la guerra civil de 1948 y llevaba más de 20 años dirigiendo LACSA, la línea aérea de bandera nacional, donde fue Gerente General y Presidente Ejecutivo. Ese mismo año, un mes después, tuve la suerte de coincidir con él en la inauguración del primer hotel moderno de playa que hubo en Guanacaste, el “Tamarindo Diría”, construido por don Luis Medaglia y por los hermanos Alfaro. La relación con él se mantuvo gracias a mi trabajo en el Instituto Costarricense de Turismo (ICT).
En aquella época, el ICT era uno de los principales accionistas de la aerolínea, por lo que pude conocerlo un poco más y apreciar sus notables dotes de líder empresarial. Era un experto en todos los temas relacionados con la aviación comercial, tanto para LACSA como para la Dirección General de Aviación Civil de la época. En 1980 me encomendaron el trabajo de elaborar un modelo de cálculo de tarifas aéreas para la Aerolínea SANSA, que tenía a su cargo los vuelos domésticos, y que estaba afectada por la gran devaluación monetaria y el fenómeno de la inflación, lo que me permitió conocer más en profundidad a don Otto y a toda la organización.
Él era una persona de un liderazgo positivo. No se imponía por autoridad, sino por el respeto natural que infundía gracias a sus conocimientos tanto técnicos como de experiencia de vida. Era muy exigente consigo mismo y esperaba siempre de los demás el mismo nivel de exigencia. La calidad en el servicio a los clientes y en las operaciones de la empresa era su obsesión.
Fue un costarricense muy auténtico, orgulloso de los valores patrios y muy consecuente en su vida personal con ellos. Veía a LACSA como una forma de llevar esos valores a otros países y así lo hizo. Lo vieron los costarricenses que se emocionaban cada vez que veían la bandera nacional en sus aviones en algún aeropuerto extranjero. Lo mismo ocurrió con los primeros turistas, principalmente norteamericanos, que se enamoraron de Costa Rica y de LACSA, del servicio alegre y eficiente de su personal, del “pura vida” y del “bien por dicha”.
Por eso LACSA tuvo tanto éxito en todos los países a los que volaban sus aviones con el lema: “Somos costarricenses, nos encanta la gente”. Fue elaborado por el creativo comunicador Leopoldo Barrionuevo. En él se sintetizaba lo que era LACSA en realidad. Demostraba que efectivamente llevaban a Costa Rica en el corazón y que la calidad en el servicio no era una simple estrategia de mercadeo, sino que un sincero sentimiento de afecto. Era respeto a todos los seres humanos, hospitalidad, y cortesía hacia sus clientes. Era como si el modo de ser, el talante y calidad humana de don Otto se hubiera transmitido y multiplicado en todos los funcionarios de la empresa y lo hubieran proyectado en todos los quehaceres de nuestra querida aerolínea nacional.
Exvicepresidente Ejecutivo Comercial de LACSA
Publicado en el Diario Extra, el viernes 10 de enero de 2014.
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