En recuerdo de don Ricardo Araya Cubillo (1942-2014)
Costa Rica perdió a otro gran innovador del sector turismo: Ricardo Araya Cubillos. Hay personas que desde niños se destacan por su curiosidad, por ser inquietos, por preguntar mucho, y por no perder su capacidad de asombro por todas las cosas. En nuestro país es normal, que esa curiosidad se oriente hacia las maravillas que ofrece nuestra exuberante naturaleza. Esto es muy común en los niños que nacen y se desarrollan en las regiones periféricas del país, como la zona norte, por ejemplo.
Así fue la vida de don Ricardo, uno de los más destacados pioneros e innovadores del turismo de la Región Huetar Norte de nuestro país. Un personaje que conocía bien la belleza de sus raíces y que recorrió y conoció a fondo sus grandes llanuras, volcanes, montañas, valles, ríos, cataratas y lagos. Paisajes que le mostraron el potencial turístico de una zona con una fuerte cultura campesina, gente my orgullosa de su trabajo y de sus tradiciones. Muchos de esos factores, que influyeron en su niñez, lo convirtieron en esa gran persona que fue, esa persona que influyó positivamente en su comunidad, en su entorno familiar, siendo líder e impulsando iniciativas innovadoras.
Lo conocí a mediados de la década de los años 80, cuando me visitó en el Instituto Costarricense de Turismo (ICT). Me traía un proyecto para hacer un Hotel Turístico en Muelle de San Carlos, en una finca a orillas de un río. En esos años, aún estaba vigente la gran crisis económica, derivada de las guerras civiles en Centroamérica, y las cifras de turismo internacional hacia Costa Rica estaban llegando a sus niveles más bajos. Yo había tenido la experiencia de participar en una Comisión de “Rescate bancario hotelero”, creada por el presidente Rodrigo Carazo (1926-2009) y continuada por el presidente Luis Alberto Monge (1925-2016), y tenía muy fresca en mi mente las penurias sufridas por mis amigos hoteleros de la época. Por ello, sometí a Ricardo a una prueba de viabilidad económica, actuando un poco como “abogado del diablo”, poniéndolo en las circunstancias de viabilidad más riesgosas. Me sorprendió que tenía respuestas para todo, incluso para las alternativas más complejas. Si el turismo internacional siguiera sin llegar al país, tenía una estrategia alternativa, muy atractiva, de Club de Socios para el mercado doméstico. Fue así, como él y su socio, James Hamilton, un norteamericano tan audaz y amante de Costa Rica como el, asumieron el reto de crear en esos años el “Hotel Conference Center & Club Tilajari”, que fue el primer establecimiento con características de moderno “resort” de esa región del país. La suerte los bendijo, ya que a poco de inaugurarlo en 1987, el turismo internacional se reactivó y el Tilajari se convirtió en un modelo exitoso, que motivo a muchos otros empresarios a seguir su ejemplo.
Varios años después, en el año 2005, Ricardo abordó un segundo proyecto, esta vez en La Fortuna de San Carlos, en una bellísima finca a los pies del Volcán Arenal. El nuevo proyecto fue igualmente audaz e innovador. Se trataba de un Hotel Spa, con aguas termales y tratamientos de lujo, pero pequeño, con servicio de alta calidad y muy personalizado: el Hotel Kioro, bautizado así por ser el nombre que los indígenas huetares le dan a una especie de gran Tucán que se observa en la finca.
Era muy exigente en la búsqueda de la calidad y la satisfacción del cliente. Esa misma exigencia consigo mismo, la transmitió a sus hijos, que fueron sus principales colaboradores. La Asociación Costarricense de Profesionales en Turismo (ACOPROT) lo premió en EXPOTUR 2007 con el Premio «Pionero del Turismo». Varias otras organizaciones tanto nacionales como extranjeras también lo premiaron a lo largo de su trayectoria en el sector turístico por su destacada labor.
Aunque no vamos a seguir teniendo sus amenas charlas compartiendo generosamente sus experiencias y conocimientos, el recuerdo de su recia estampa, montado en sus briosos caballos en los topes y cabalgatas, se mantendrá en la memoria de los que le conocimos y admiramos, de sus amigos y familiares, a muchos de los cuales nos heredó importantes valores. ¡Muchas gracias por todo don Ricardo!
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