Para los hijos, las madres son siempre reinas. La tradición matriarcal, ha sido fuerte en mi vida. Mi padre, Carlos Alberto Lizama Poblete (1906-1960), quien murió a los 54 años, me transmitió este sentido matriarcal cuando hablaba con emoción de su madre, mi abuelita, Juanita de Dios Poblete Zapata de Lizama. No la conocí, ya que falleció en el año 1942, el mismo de mi nacimiento. En la rama materna, mi abuela, Teresa Grebe de Hernández, que vivió más de cien años, fue durante muchas décadas, el centro aglutinador de centenares de familiares, que sentían en ella el tronco común.
Igualmente, en el entorno familiar de mi esposa, Marie Jeanne Oliger Salvatierra (1951-2003), las madres fueron también el motivo de unión de sus miembros. La “mémère”, Marie Bailly de Salvatierra, quien tuviera una brillante carrera como la última mujer “luthier” en Francia, dejó su país por amor, a inicios del S. XX, yéndose a Chile, donde sería el eje de varias y numerosas familias, como los Salvatierra Bailly y los Oliger Salvatierra, esta última la de Marie Jeanne.
Al fallecer mi padre, mi madre, Carmen Hernández Grebe (1911-2011), asumió un rol muy fuerte y protagónico en la vida de mis hermanos y en la mía, desde temprana edad. Ella fue una persona muy educada, formada en un hogar conservador y en las Monjas Francesas de La Serena, uno de los colegios más tradicionales de la época en Chile. Se caracterizaba por una personalidad afectuosa y sencilla. Tenía siempre un trato amable y era capaz de adaptarse a cualquier ambiente, desde los más encumbrados hasta los más humildes.
Una anécdota que la retrata bien, y que me motivo a escribir este artículo, ocurrió en los años 70, cuando yo era Director Nacional de Turismo de Chile. Por esas coincidencias del destino, la aerolínea SABENA, que era presidida por la reina Fabiola de Bélgica (1928-2014), inició vuelos entre Bruselas y Santiago. El gerente de la aerolínea, me pidió asesoría para realizar actividades que estrecharan la amistad y buena voluntad entre ambos países. En ese momento, se me ocurrió recomendarle crear un premio, consistente en un viaje a Bélgica, para los puntajes más altos de la Prueba Nacional de Aptitud Académica, es decir, los mejores alumnos que culminarán la educación secundaria. La propuesta fue aceptada y le gustó mucho a la reina Fabiola, que quedó impresionada con los jóvenes chilenos.
Debido a esto, se me encargó organizar un grupo de personalidades chilenas, que visitarían Bélgica, invitadas de igual forma por la reina. Hice un grupo, en el que habían intelectuales, artistas muy destacados, directores de medios de comunicación, empresarios turísticos y autoridades de gobierno, como el ministro Jaime Suarez y la esposa del Canciller de la República. Al revisar la lista, el gerente de SABENA me dijo que yo debía ir con mi esposa, a lo que le conteste que era imposible, porque yo era soltero y ni siquiera tenia novia. Seguido, me preguntó: “¿y su mamá? ¿podría acompañarlo?”. Le consulte a mi madre y ella accedió a ir conmigo.
Lamentablemente, pocos días antes del viaje, surgieron circunstancias que me llevaron a tomar la decisión de cancelar el viaje a Bruselas. Curiosamente, me causó algo de extrañeza su desazón, al comunicarle esto al gerente de Sabena, que al entender que mi decisión era firme, me solicitó con gran insistencia que por favor no cancelara el viaje de mi madre.
Fue así, como se dio un episodio sorprendente, al menos para nuestra mentalidad republicana, ignorante en temas de realeza. Al llegar la delegación a Bruselas, había actividades protocolares con presencia de la reina Fabiola. Para los encargados del Protocolo de la reina, los criterios protocolares se regían por normas muy diferentes a las del gobierno de Bélgica. Por ello, al momento de definir a quien considerarían como la principal representante de la delegación chilena, buscaron a alguien cuyo perfil armonizara con el de la anfitriona, resultando elegida mi madre. A partir de ese momento, ella compartió con la reina el lugar principal, tanto en la recepción como en todas las actividades que les ofrecieron. Ella, muy fiel a su estilo de toda la vida, tomó este honor con gran naturalidad y a su regreso ni siquiera me lo mencionó. Yo lo supe, posteriormente, por boca del Ministro Suarez y del gerente de Sabena, quienes me felicitaron por la excelente relación que ella había logrado tener con la reina Fabiola.
Al igual que mi madre, la reina Fabiola quedó viuda relativamente joven y falleció a los 86 años de edad, en el año 2014, en Laeken-Bruselas. No tuvo hijos, pero volcó su gran capacidad de amor hacia obras benéficas para los sectores más vulnerables, por lo que en lugar de llamarla la reina de los belgas, le llamaban, cariñosamente, “la madre de todos los belgas”. Mi mama falleció a los 100 años de edad, en el año 2011, en Santiago de Chile, dejando un gran recuerdo de cariño y admiración en su familia y en todos los que la conocieron.
Leonel Bonilla
Felicidades don Carlos, es un gusto enorme leerlo. Un abrazo con el cariño de siempre.
CARLOS LIZAMA HERNANDEZ
Gracias querido Leo. Eres muy generoso conmigo.
Christian Zamora
Qué hermosa historia de Doña Carmen. Siempre la recuerdo con cariño.
CARLOS LIZAMA HERNANDEZ
Muchas gracias querido Christian por tu cariñoso recuerdo de mi madre.
Valentina Velarde Lizama
Gracias tío Carlos, qué linda historia de la abuela! A mí me encantaba escuchar sus rememoranzas de viajes, pero no recuerdo que me hubiese contado ésta!
C
Muchas gracias querida sobrina. Tuviste una abuela maravillosa .