El turismo es la gallina de los huevos de oro de Costa Rica. Gracias a la fama y belleza de nuestros parques nacionales y a la rica biodiversidad del país, los turistas nos llegan por cientos de miles y dejan en la economía nacional más de $2.000 millones anualmente.
Gracias a esto, más de 120.000 costarricenses tienen empleos directos y aproximadamente 500.000 más se benefician indirectamente del gasto de los turistas; y, como si fuera poco, los visitantes extranjeros que vienen a nuestro país pagan aquí impuestos por casi todo lo que compran y consumen.
En esta práctica, Costa Rica se diferencia de otros países más avanzados turística y tributariamente, donde se estima abuso cobrar a los turistas extranjeros impuestos por consumos que hacen con dinero importado, que ya tiene una alta carga tributaria y social en el lugar en que se ha ganado.
En esas naciones, los impuestos a las ventas (conocidos como IVA), no se cobran a los turistas o se les devuelven. En lógica tributaria, se le aplica al gasto de los visitantes extranjeros el mismo concepto que a las exportaciones de bienes que, al momento de ser exportadas, dejan de ser gravables con impuestos para que puedan ser competitivas en los mercados internacionales.
Hasta ahora hemos tenido mucha suerte porque, aunque existe la percepción de que Costa Rica es un destino turístico caro, la belleza de nuestros atractivos, el trato amable y la calidad profesional siguen atrayendo a los visitantes.
Sin embargo, debemos tener mucho cuidado, porque el delgado límite que existe entre pagar un buen precio y percibir un abuso no vaya a traspasarse, ya que al igual que en la fábula de Esopo, estaríamos actuando como el codicioso campesino griego, matando a nuestra gallinita. Como concluye la fábula, “es mejor estar contento con lo que se tiene y huir de la insaciable codicia”.
En realidad, Esopo, con su fábula escrita seis siglos antes de la era cristiana, nos dio un ejemplo muy similar a lo que ahora denominamos desarrollo sostenible en relación con los recursos renovables: no existe ningún recurso que pueda ser renovable ante la explotación abusiva, y esto es muy importante tenerlo presente a la hora de legislar sobre nuevos impuestos.
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