Hace algunas semanas, leí un artículo en el que una destacada personalidad se quejaba de la falta de premios que estimulen a las personas que crean empresas, generan empleos y riqueza, de modo similar a como anualmente se premia a los mejores deportistas, artistas e intelectuales del país.

Me llamó la atención, porque también he escuchado quejas en el sentido contrario, de artistas o deportistas que consideran que sus esfuerzos y logros no son suficientemente apreciados por la sociedad. Lo curioso es que en Costa Rica existen premios anuales, muy prestigiosos, en casi todos los sectores de la actividad nacional, pero que pareciera no son conocidos.

El tema es preocupante, porque si existe esa percepción de insuficiencia, significa que nuestros premios tienen poco realce, pasan desapercibidos, son poco destacados en los medios de comunicación y, por lo tanto, se pierde uno de sus principales objetivos: exponer ejemplos positivos que motiven a la superación y a la sana competencia.

Según el psicólogo Abraham Maslow, los seres humanos no nos movemos solo por la pasión del dinero o el poder; en muchos casos, estímulos morales, éticos o el simple reconocimiento de los méritos es satisfacción más que suficiente para tener una vida plena y una elevada autoestima. En este sentido, los premios juegan un papel muy importante en el éxito de las personas, de las empresas y de los países.

Al situarnos en el plano de los premios entregados en nuestro país, es importante darles no solo el realce adecuado, sino también dotarlos de mecanismos objetivos e imparciales en su adjudicación, para no caer en el amiguismo o en antipatías subjetivas, como lamentablemente ha ocurrido en muchas partes.

Un caso, muy emblemático, ocurrió en mi país natal, hace muchos años, cuando a la gran poetisa Gabriela Mistral, se le otorgó el Premio Nobel de Literatura, a pesar de que en su propia tierra no se le había dado el reconocimiento nacional correspondiente; ello provocó que, a partir de entonces, el proceso de adjudicación de estos galardones se hiciera de forma más cuidadosa y mejor manejada.

En la entrega de premios, sean estos públicos o privados, deben asistir las máximas autoridades del país, ojalá el presidente de la República, ya que eso realza su importancia y el reconocimiento público hacia los ganadores.

En los últimos años, hemos visto el gran reconocimiento internacional que han alcanzado los Premios Príncipe de Asturias, en España, precisamente por el meticuloso cuidado que se pone en todos los detalles, desde los meramente protocolares hasta la gran cobertura de prensa que tienen.

En algunos casos, los premios hacen que ciertos avances científicos, tecnológicos o sociales se den a conocer con mayor amplitud. Un caso, muy interesante, fue el del gran científico británico Stephen Hawking, quien al recibir el Premio Príncipe de Asturias, señaló que lo más importante para él era que gracias a ello sus investigaciones iban a ser más conocidas en el mundo de los científicos hispanohablantes.

Un premio sirve para dar a conocer hechos importantes, como ocurrió con el Premio Nobel de la Paz, otorgado al Dr. Oscar Arias Sánchez, el cual permitió dar a conocer a un país pequeño sin ejército -hasta ese momento ignorado- por sus grandes valores cívicos y democráticos.

Por lo tanto, es conveniente que las instituciones públicas y privadas que actualmente dan premios en nuestro país, evalúen si lo están haciendo suficientemente bien y si se puede mejorar. También, sería conveniente que el Ministerio de Educación promueva el fortalecimiento de los sistemas de premios para niños y jóvenes estudiantes de manera que se les reconozca el esfuerzo que hacen en cada una de las diversas ramas académicas.